viernes, 11 de septiembre de 2015

Crónica de un árbol enamorado.

Un ruido entrecortado y crujiente se acercaba: era el sonido del motor de un automóvil aproximándose. El viento suspiraba dejando salir soplidos que movían mis hojas con serenidad tibia, muda, anónima. 
    El coche aparcó en la cabaña del lago y el zumbido cesó. De él bajaron un hombre alto y corpulento y una muchacha que irradiaba sensualidad y hermosura. Tomaron sus maletas y se adentraron en la choza. Minutos después, salieron entre carcajadas caminando hacia el lago. Se sentaron a las orillas y platicaron largo rato, hasta que sus miradas chocaron... La imagen de ellos se forjaba bella: dos seres cara a cara, entregándose el alma en un vistazo, mientras al fondo el sol se despedía entre las montañas y el agua cristalina reflejaba al cielo y sus arreboles.
     La claridad del día se desvaneció y la temperatura había bajado.
     —Tengo frío— dijo ella con voz dulce.
     —Vayamos adentro.
     Se levantaron y entraron a acurrucarse. 
     Y así, sin más, una puerta se cerró, un par de piernas se abrieron y dos corazones se ensamblaron.

     Hacia las seis de la mañana del día siguiente, aquella muchacha salió sin compañía. Extendió los brazos como recibiendo la brisa templada y comenzó a deambular. Paso a paso dibujaba elipses en el suelo sin tener conciencia de lo que hacía. Se dirigió hacia mí con una tranquilidad perturbadora y quedó absorta, observándome. Fue esa mirada incandescente de ojos color tamarindo que encendió cada centímetro de mi médula y ruborizó a las plantas cercanas. Postró sus manos sobre mi tronco y no pude evitar dar una severa sacudida, pero ella permaneció inmóvil, con las pupilas distantes y perdidas en lo que palpaban...
     —¿Qué haces?
     —Es increíble la perfección de la naturaleza, es tan pura y ajena a la frivolidad humana.
  —Mi abuelo siempre decía que nosotros somos seres perfectos en proceso de perfección. Compararnos con algo que creemos mejor es subestimar nuestro verdadero poder...
     No dijeron nada más, y horas después, se marcharon.


     Han pasado meses y ella simplemente se esfumó, han pasado meses y su aroma glorioso sigue impregnado en esta corteza decadente y mis ramas crecen cada vez que evocan su figura. ¿Esto es lo que los humanos llaman amor? 

7 comentarios:

  1. Rica lectura que me quedé con gansd de leer más.

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  2. Quién podrá saberlo. .. pero es una de las mil caras

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  3. Quién podrá saberlo. .. pero es una de las mil caras

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  4. me encanta la manera en la que escribes, y la manera en que haces que me imagine.. muy buena lectura. y me seguire pasando por aqui..

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    Respuestas
    1. Muchas gracias Pau :D
      (Acabo de darme cuente de tu comentario ja, ja, ja)
      Un placer que me leas :3

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