sábado, 11 de abril de 2015

31.

     La noche estaba deliciosa, renegrida en su punto exacto de belleza, con pocas nubes y una luna llena que irradiaba su luz a la Tierra. Eran las diez y media y mi ser, mi cuerpo, mi alma, al fin se disponían a descansar como es debido. Infinitas noches anteriores habían sido un martirio pues un insomnio atormentador me impedía conciliar el sueño y me sumergía en los pensamientos filosóficos dignos de estas noches. Pero no más. Cerré los ojos. Soñé...

      A lo largo de una calle, avanzaba lentamente, disfrutando de la exquisitez del viento y la dulzura de la tarde. Era un sitio desconocido para mí, o al menos aún no recuerdo el haber estado en ese lugar, y caminaba como incrédulo, con aire de incertidumbre.
      Me detuve en una casa de aspecto alegre, pintada de un tono naranja fresco y una puerta que poseía un estilo singular. en la parte superior de la entrada se vislumbraba un anuncio "Servicio telefónico público", y, debido a la extrañeza del sitio, decidí tocar el timbre para poder llamar a mis padres.
     Casi de inmediato se presentaron ante mí dos personas, un hombre y una mujer, los cuales parecían ir de viaje, pues cargaban una maletas y salieron muy a prisa, no sin antes entregarme una bolsa plástica transparente ¿el motivo? no lo sé, pero dejaron la puerta abierta y decidí entrar.
     La casa era muy agradable, hermosa a decir verdad. Dentro tenía un jardín repleto de plantas, y un espacio de pasto que se veía muy apetitoso para recostarse. Hacia la derecha se hallaba una alberca circular y a la izquierda un pequeño sitio cercado por donde algunos patos se dejaban ver.
Seguí mi recorrido, inspeccionando las maravillas de aquel lugar, cuando de pronto, de una puerta salió una chica, arropándose, pues al parecer había estado desnuda.
     —¿Quién eres?— cuestionó. No reaccioné al instante, pues estaba como embobado ante la belleza que poseía, Caí en la cuenta de que tenía que responder y dije:
     —¿En dónde estoy?
     Ella respondió algo que no entendí. Sus senos eran firmes y bellos, su figura esbelta y su rostro lleno de rasgos afilados. Unos ojos encantadores, y a partir de aquí las cosas se nublaron...
    Sólo recuerdo el momento en que ella, minutos (o quizá segundos, u horas incluso) después, ya se encontraba sobre mis piernas y nuestros labios chocaban una y otra vez, excitados, apasionados.
     —A pesar de que eres menos que yo, me encantas— dijo ella.
     —¿Cuántos años tienes?
     —31...
No lo podía creer, aquella mujer tenía facciones de una chica de tan sólo veinte años o quizás menos... Pero no me cuestioné, y en unos instantes, nos entregamos al amor...