martes, 20 de enero de 2015

Espontaneidad.

     Una lágrima. Dos. Un ejército. Aquellos fragmentos líquidos resbalaban por mi mejilla. Un joven con su guitarra toca una melodía que no reconozco. A su alrededor, o mejor dicho, dentro de sus espacio, una gran número de chicos y chicas platican sin parar.
     Un muchacho, que parece ser el líder, llama su atención, y a su llamado acuden los estudiantes. Una chica de blusa verde, pantalón de mezclilla y botas color café toma la palabra y pronuncia algo ininteligible a mis oídos.
     Un chico de saco pasa corriendo. Una profesora de vestimenta y aspecto burgués habla con el chico de la guitarra. Cruza por el pasillo una hermosa chica con un violín. Ahora son dos. El viento sopla con suavidad exquisita, golpeando mi rostro con cierta dulzura nostálgica. Un niño y su madre atraviesan la multitud.
     "La rebeldía es la vida, la sumisión es la muerte" anuncia un cartel adherido a un muro.
     Mi estado de ánimo no es el que quisiera, pero no puedo desperdiciar mi tiempo... ¡Tengo que besarte!