jueves, 18 de junio de 2015

Bajo el llanto del cielo.

     La Soledad y yo caminábamos juntos de la mano. Las primeras gotas caían delicada y dulcemente. Paso a paso mi cuerpo volaba por entre los tejidos de lo irreal, buscando adaptarse, buscando quererse. Es curioso que cuando el cielo está triste yo esté contento, ¿o será que llora de alegría al verme feliz?
     En la oficina la poca actividad me permitió escribir algunas líneas: 

     "Los Disparos de Silencio tomaron el rumbo de mi alma, recorren mis venas cual sangre y arden como cuando esta brota. Hoy me quiero aún menos y la esperanza parece extinguirse. De ella sólo quedan cenizas y se esfuman con el susurro del viento. 'Inmerso en su soledad infinita, decidió entregarse al mundo de los sueños' ¡Es lo más correcto y sincero que me he escrito!;
Inmerso en su soledad infinita
Decidió entregarse al mundo de los sueños
Parece que de él todos son dueños
Y su estupidez ni quien se la quita

Inmerso en su soledad infinita
El llanto se ha vuelto cotidiano
El pensamiento es pesimista, no ufano
Rechazo, golpe, cita.

¡Inmerso en su soledad infinita
Hacia el fondo va en busca de sirenas
Que hagan sus tardes más bellas y amenas
Porque su alma no aguanta más, pobresita!"

     Y sin embargo, la lluvia y sus caricias exquisitas, la lluvia y su suave y tierna compañía, han cambiado mi día por lo menos unos instantes. 
     ¡La lluvia y yo, eterno romance sin complejidades, sólo distancias de verano!




viernes, 12 de junio de 2015

Venus P.

     El reloj marcaba que eran diez minutos antes de las dos de la tarde. El día había estado aburrido y carente de emociones, y sólo esperaba la hora de salida. Mi mirada divagaba por entre los alrededores como inspeccionando la habitación aunque en realidad sólo se perdía en el todo.
     Se detuvo. Mis ojos observaban sorprendidos lo que en la puerta de entrada podía ser percibido. ¿Acaso tenía ante mí a la diosa Venus? No. Su nombre era Paulina y sin embargo su belleza superaba tales expectativas de deidad. Ver sus ojos paralizó y alteró simultáneamente mis sentidos.
     ¿Esas eran estrellas?
     Y yo, yo ya no me encontraba en las limítrofes de este planeta...
     ¿Ahora? Quizá encuentre a Alicia en este lugar...


 



lunes, 8 de junio de 2015

El nefelibata.

     "(...) ¡Qué problemas más singulares, perversos y difíciles! La historia es ya larga, y no obstante, da la impresión de que acaba de iniciar...". Dejé a un lado el escrito de Nietszche. No me encontraba concentrado y me era difícil comprender mi lectura. Un río de pensamientos desbordaba hacia mi débil colonia de la razón y, sin embargo, aquellos pensamientos parecían estar increíblemente distantes. ¿En verdad eran esos mis pensamientos? Daba la impresión de estar pensando dentro de otro cuerpo.
     "Quiero cortar mi cabello, a su mínima expresión"—dije para mí— "Cada cabello desprendido será el igual a cada error en mi vida, los alejaré de mí por un tiempo, y no obstante, tengo la certeza de que volverán a surgir". 
     Tras la ventana del autobús observé la naturaleza. Los árboles majestuosos, los volcanes taciturnos, las aves y su libertad utópica, como la nuestra. Mi cuerpo —o mi mente— ya no estaba dentro del automóvil, ahora estaba trepando el árbol más bello, subiendo el volcán Popocatépetl, volando con las palomas y los gorriones, abrazando a las nubes dentro de sus arreboles...
     
     Dirigí mi mirada al suelo. ¿Qué había sucedido? El autobús donde viajaba yacía volcado, en llamas. A unos cuantos metros de ahí, al lado de una mujer, mi cadáver reposaba sangrante, con la mirada perdida, como infante admirando lo increíble...