lunes, 8 de junio de 2015

El nefelibata.

     "(...) ¡Qué problemas más singulares, perversos y difíciles! La historia es ya larga, y no obstante, da la impresión de que acaba de iniciar...". Dejé a un lado el escrito de Nietszche. No me encontraba concentrado y me era difícil comprender mi lectura. Un río de pensamientos desbordaba hacia mi débil colonia de la razón y, sin embargo, aquellos pensamientos parecían estar increíblemente distantes. ¿En verdad eran esos mis pensamientos? Daba la impresión de estar pensando dentro de otro cuerpo.
     "Quiero cortar mi cabello, a su mínima expresión"—dije para mí— "Cada cabello desprendido será el igual a cada error en mi vida, los alejaré de mí por un tiempo, y no obstante, tengo la certeza de que volverán a surgir". 
     Tras la ventana del autobús observé la naturaleza. Los árboles majestuosos, los volcanes taciturnos, las aves y su libertad utópica, como la nuestra. Mi cuerpo —o mi mente— ya no estaba dentro del automóvil, ahora estaba trepando el árbol más bello, subiendo el volcán Popocatépetl, volando con las palomas y los gorriones, abrazando a las nubes dentro de sus arreboles...
     
     Dirigí mi mirada al suelo. ¿Qué había sucedido? El autobús donde viajaba yacía volcado, en llamas. A unos cuantos metros de ahí, al lado de una mujer, mi cadáver reposaba sangrante, con la mirada perdida, como infante admirando lo increíble...


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