miércoles, 11 de noviembre de 2015

Te soñé.

"Nuevamente te soñé. Sigo preguntándome ¿por qué me desperté?"
                                                                          -Vicente García


     Crucé la verja y me detuve.
     Desde que salí de la cama hasta ese momento me sentía intranquilo, con el pecho punzante, como a la espera de que algo sucediera. Eché un vistazo a mi alrededor; la gente aún dormía y la oscuridad urbana se mostraba afable, bondadosa. A la izquierda, el árbol de jacaranda se ondeaba con ligereza, el viento corría con parsimonia, y algún pájaro madrugador chillaba su primer canto.
     Levanté la mirada y me encontré con un cielo sin nubes. Las estrellas lucían con una débil pero encantadora luz. 
     ¿Había visto esto antes? 
     Unos nervios glaciales me atacaron. No lograba moldear mis pensamientos y, de la nada, un recuerdo estalló dentro de mí. Pronto caí en cuenta de que aquel recuerdo era el sueño que había tenido esa misma noche. ¡Y qué sueño!
     Ese mismo cielo nocturno, las mismas estrellas opacas, la jacaranda danzante y el ave cantora. Todos ellos formaban parte de una misma ilusión. 
     La única diferencia: aquí, en la realidad, no estabas tú. 
     En mi sueño todo era perfecto. No había sexo, ni besos, ni caricias, tan sólo nuestras manos entrelazadas y nuestros cuerpos tirados en el pasto verde . Yo te regalaba la estrella más brillante y tú me obsequiabas tu sonrisa de aurora. 
     No necesitaba alas para volar, con tus ojos me bastaba. 
     No, ni siquiera la Luna había podido resistir a tu encanto y brillaba con una intensidad aterradora. Y, después de todo, cruzamos las miradas. Momento en el cual cerré lentamente los ojos, mientras simultáneamente los abría volviendo a lo real. 
     Y todo sigue igual...
   

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