sábado, 5 de marzo de 2016

Breve historia de un marciano y una mujer.

Al salir del bar, comenzamos a caminar en medio de la negra noche. Así, a esas horas nocturnas y sin la multitud fastidiosa, la ciudad se tornaba color perfección. La incandescencia de las luces amarillentas contrastaban finamente con la lobreguez mansa de una ciudad menospreciada.
     Bella y risueña, ella caminaba a mi lado, con una alegría que demostraba que le había gustado la poesía de José de la Serna y sobre todo, el poeta. Su caminar era infantil y lleno de ternura, «¿cuánto más durará esta amistad?», medité, mientras la observaba, igualmente feliz. Seguimos avanzando hasta sentir un leve golpe en la nuca, segundos después de un destello alucinante.
     Cuando despertamos, un espacio metálico y sin chiste nos rodeaba. Parecía cualquier laboratorio tecnológico de alguna caricatura, sólo que este carecía de grandes avances o cosas increíbles. Al menos eso creímos.
     —¡Ah! Ya despertaron—, nos dijo una voz que recitaba un español machucado y grotesco. Seguramente un extranjero. Una puerta deslizable se fue abriendo con lentitud, hasta dejar ver a quien parecía un verdadero extranjero, no sólo del país, sino del planeta mismo. La piel escamosa, de forma humana pero enrarecida, los ojos saltones y los labios anchos. Su tez era levemente rojiza y su cuerpo tenía una delgadez inquietante.
     —No se preocupen, no les haré daño. Los golpeé por accidente; la verdad es que los aterrizajes no se me dan muy bien. Quiero darles mis felicitaciones, en mi mundo la tecnología no está tan avanzada como el suyo.
    —¿De qué hablas? Lograste venir hasta aquí, algo que los terrícolas jamás hemos logrado.
    —No es gran cosa. En cambio, todo lo que tienen aquí es tan... magnífico.
     ¡Vaya sorpresa! El alienígena parecía realmente asombrado. Yo también.No por su aparición, sino por la impasibilidad con que controlaba el momento. Jaqui también estaba tranquila. ¿A dónde se habrían marchado nuestras emociones? Nos miramos y no pudimos evitar estallar en carcajadas.
     —Oye viejo, ¿qué es lo que buscas?
    —Nada, en realidad. Aunque, ya estando aquí, ¿qué es lo más preciado para ustedes los humanos?
     Levanté el dedo índice para señalar a mi compañera.
     —¿Ella?
     —Te explico— le dije. Sucede que aquí, en la Tierra, hay algo más valioso que el dinero, el oro o el universo mismo; les llamamos amigos, y no tienes idea de la riqueza que estos te darán. A su lado puedes vivir lo inefable, incluyendo esto. ¿En Marte qué es lo que tienen? Seguramente nada comparado con semejante tesoro. Créeme amigo mío, no hay nada mejor. Ellos te ayudan a sostener la tristeza que en ocasiones pesa tanto como cien soles. Ellos te roban sonrisas que ni el amor de tu vida logrará algún día. ¡Ella, extranjero curioso, ella puede sumergirte en los abismos con el único propósito de subir contigo a la cima de nuevo!
     —Pero no es brillante, no es grande— replicó confundido.
    —Es porque aún no haz conocido su corazón.
     —¿Corazón?
    —¿Ustedes no tiene uno? Ja, ja, ja. Ya veo, es por eso que deben ser tan pobres.
    —¿Dónde se consigue un 'amigo'?
    —En cualquier lado; no tienes que buscarlo. Siempre lo encuentras, por fortuna.
    —Pero...
     —Pero nada, anda a buscar a tu compañero de viaje.
     —¿Y si me regalas al que traes contigo? Ahora que lo dices, sus pupilas reflejan un gran valor.
    —Lo siento, viejo. Ella es mi Duvalín.
     —¿Duvalín?
     —Es una golosina. Mira, para terminar pronto, a tu Duvalín no lo cambias por nada.
     Jaqueline me dio un fuerte abrazo, de esos que te reconstruyen y te alimentan. Nos levantamos y nos fuimos. Atrás, dentro de su nave, el muchacho extraterrestre permaneció absorto hasta quién sabe cuándo.




1 comentario:

  1. He estado leyendo un poco de lo que escribes y me ha gustado mucho, definitivamente una gran colaboración y merece un premio http://girlwithfairytattoo.blogspot.com/2016/03/premio-blogger-house.html

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