martes, 16 de febrero de 2016

El hombre de cristal (Un breve brote de soberbia).

Obsérvame. 
     Mírame con detenimiento. 
     ¿Lo puedes ver? No hay secretos en este lugar. Todo es transparente, frágil y honesto. 
     Toca con cariño cualquier región de este cuerpo y te darás cuenta que puede desbaratarse en un segundo. Así es. Dame un poco de calor y de ternura, sólo un poco de muestra de afecto y ante ti tendrás a un guerrillero que cubre tus espaldas. 
     Si ves a través de mis ojos, sólo verás la parte trasera de mi cabeza. Verás lo que hay detrás de mi nuca. No esperes encontrar belleza, galaxias o refugio. Aquí hay nada. Todo es tan puro y sincero que lo único que puede ofrecerte esta mirada alucinante es la realidad, lo que todo el mundo esconde. Si de casualidad te llegas a encontrar en el reflejo de estas pupilas marrón, siéntete feliz: ya formas parte de una pequeña fracción de mundo sin mentiras. 
     ¿Qué te parece mi boca? ¿Demasiado ancha? ¿Sin chiste? Qué más da. Aquí encontrarás las palabras más explosivas que jamás imaginaste. De aquí brotan voces de amor loco y sangrante. Nunca aceptes que te ame sino piensas soportar el dolor que te causará la ausencia de este troglodita. No dejes que te hable al oído si no quieres perder la razón. No dejes que bese tus labios si no puedes soportar la demencia. No te molestes en discutir conmigo porque mi lengua avienta argumentos invencibles. No, no, no. Estoy exagerando. Pero si no tienes ni una pizca de lógica ni razón, ahí sí que no lo intentes. O como gustes, a veces me divierte la estupidez (Si tienes un gran guión de debate, estaré contento de charlar contigo, incluso si salgo perdedor). 
     Ahora concéntrate en mis oídos. Escucha todo lo que ellos gritan. Murmura todo lo que su sordera impone. Ellos sabrán ser pacientes cuando te aqueje algún penar. Procesarán Todo, escupirán algún consejillo barato por mis labios y olvidarán Todo, como Todo un caballero. 
     No te molestes en ver mi nariz, pico de ave que no sirve más que para detectar su olor. 
     Pero no dejes de mirar mis manos, ni tampoco mi corazón. Ambos forman parte del único sentido exitoso en mi materia: el Tacto. Cuando te acaricie con los dedos creerás que lo hago con el corazón, y cuando este último te toque el alma, creerás que te arrullo entre mis garras. Pero también sé tocar con el lápiz, con el bolígrafo y el pincel. Si quieres vivir el roce de una letra, un boceto o un lienzo, basta que tomes mi brazo, y encontrarás el placer inmisericorde. 
     Finalmente, mírame completo. ¿Te parece que soy el que creías que era? Ya sé, ya sé; esto suena tan inmodesto, tan poco maravilloso, que hasta yo me odiaría. Un ratito no más. 
     ¿Te parece que soy el que creías que era? Por supuesto que no. Ni aún con esta ficha informativa lo lograrías...
     



No hay comentarios:

Publicar un comentario