sábado, 18 de julio de 2015

Mensajes de mi almohada.

Mi cuerpo y mi alma no se encontraban en paz, algo las perturbaba. Salí de casa y comencé a caminar, cargaba un libro en la mano y vagaba para encontrar un buen sitio para leerlo, o cuando menos, apaciguarme.
     Pasé por los lugares más bellos del pueblo pero mis pies, por alguna razón, no se decidían a detenerse. Seguí andando terriblemente intranquilo, hasta detenerme frente a la casa de mis abuelos. No entendía bien el motivo pero mis sentidos me ordenaban quedarme allí. 
     El lugar no era muy atractivo, pues era una simple calle con una Iglesia a un lado, quizá su atractivo estaba en lo poco que la gente transitaba por ahí. 
Tomé asiento en una roca cercana, di un rápido y último vistazo a mis alrededores y, una vez confirmada mi ansiada soledad, di inicio a mi lectura...
"Viernes 21 de febrero.
Esta tarde, cuando venía de la oficina, un borracho me detuvo en la calle. No protestó contra el gobierno, ni dijo que él y yo éramos hermanos, ni tocó ninguno de los innumerables temas de la beodez universal..."
     Como por instinto levanté la cabeza y noté una figura divisando tras la cortina de la puerta principal de la casa de mis abuelos. ¿Serán ellos? Retiré mi vista y volví al escrito:
"...Era un borracho extraño, con una luz especial en los ojos. Me tomó de un brazo y dijo, casi apoyándose en mí: '¿Sabes lo que te pasa? Que no vas a ninguna parte.'..."
     ¡Carajo! Vaya coincidencia con mi situación actual. Mis ojos se dirigieron nuevamente a dónde antes... ¡¿Era ella?! Sí, era ella, no había duda, pero ¿qué hacía ahí, en la casa de mis abuelos? Casi sin darme cuenta ella ya estaba saliendo, bajé la mirada rápidamente y volví a leer, bastante agitado:
"...Otro tipo que pasó en ese instante me miró con una alegre dosis de comprensión y hasta me consagró un guiño de solidaridad. ¡No! ¡Por favor, no te acerques! Pero ya hace cuatro horas que estoy intranquilo, ¡Mierda, mierda, mierda! como si realmente no fuera a ninguna parte y sólo ahora me hubiese enterado."
     —Hola— me dijo con una sonrisa y aire coqueta. Su cabello se ondeó con el viento y la hizo ver endiabladamente hermosa.
     —Hola Saira— respondí, con una nerviosidad que me carcomía lentamente, torturándome.
     —¿Qué lees?
     —A Benedetti—. Dije, mostrando la portada del libro.
     —La tregua, nunca había oído hablar de él.
     —Deberías leerlo, es impresionante.
     —Claro, pero, ¿sabes? después de tanto tiempo, lo que realmente en estos momentos me gustaría leer es el tacto de mis labios junto a los tuyos, las caricias de tus manos sobre mi piel, la entrega de mi alma a tu ser...
    No pude pronunciar palabra alguna, me quedé estático e inmóvil, con la mirada perdida y el corazón palpitante. Y no hubo necesidad de nada más, en tan sólo unos segundos, ella estaba sobre mis muslos, acariciando mi mejilla. Y, sin darme cuenta un roce suave y eléctrico alcanzó mis labios, eran los suyos y su dulzura, eran sus labios y su ternura, sus labios y su amor...
     —¡Saira! Ven, por favor.
     Era su madre y ella se marchó...


     Escuché un ruido y desperté sobresaltado. Nuevamente un sueño había jugado con mi consciencia y mi realidad ¡Carajo! Ahora, a pesar de ello, me sigue inquietando la posibilidad de su cumplimiento, y más aún, me altera saber que es cierto, realmente no voy a ninguna parte y sólo ahora me he enterado...




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